No cabe duda de que cuando hablamos de malestar, estrés o sufrimiento, todos sabemos de lo que estamos hablando.
Uno de los principales objetivos del ser humano desde que es humano, ha sido liberarse de ese sufrimiento, y no sabiendo exactamente cómo fue en el pasado, no cabe duda de que hoy no lo estamos haciendo bien del todo, y que el malestar, el estrés, la irritabilidad, la tristeza y otras emociones similares, son cada vez emociones que sentimos como un gran peso, peso que parece interponerse en poder tener una vida rica y significativa.
Se produce una gran paradoja, siendo emociones y estados que nos provocan malestar, trabajamos muy duro para tratar de eliminarlos y si revisáis vuestra experiencia, veréis que a menudo a pesar de todos los esfuerzos que se realizan para eliminarlos, tan sólo, cómo mucho, conseguimos aparcarlos, unas horas a veces, unos días otras, y en el mejor de los casos unas semanas. Si revisáis vuestra experiencia, sin embargo, esos estados de malestar vuelven antes o después, y como suele suceder en consulta, surge un comentario en muchos clientes, que es “no puedo más”.
No puedo extenderme mucho aquí, pero vamos a dar unas pinceladas de por qué esto sucede, por qué a pesar de nuestros arduos esfuerzos, nos encontramos una y otra vez con las mismas dificultades y con los mismos “malestares”.
El cerebro es un órgano muy complejo, y como muchos sabéis, sus partes más antiguas conviven con nosotros. Esas partes antiguas de nuestro cerebro están en parte muy especializadas, y en esa especialización, son expertas (entre otras cosas), en buscar amenazas. Ese cerebro que “siempre” está buscando amenazas, nos ha permitido sobrevivir en las duras condiciones que el ser humano ha vivido a lo largo de su historia. Es un cerebro experto en ver tigres, leones, acantilados y no tanto en ver una puesta de sol (mientras observas una puesta de sol, quizás podías ser devorado).
Junto a ese cerebro más antiguo que compartimos con otros animales, tenemos un cerebro nuevo, maravilloso, que nos permite planificar, imaginar, soñar… Este cerebro sin embargo y sobre todo cuando no está entrenado, suele verse muy afectado en su modo de funcionar por el cerebro antiguo, por lo que si el cerebro antiguo por nuestra historia personal de estrés, o de esfuerzo, o de cosas que pueden haber sido complicadas en nuestra vida, está muy activos, va a tender a estar siempre en modo amenaza, y va a implicar en ello al cerebro nuevo y le va a decir algo así como “tu que puedes anticiparte y prever o imaginar, ¿por qué no te pones a funcionar para prever los peligros y amenazas y oye por qué no también te pones a trabajar para resolverlas si surgen?”.
Cómo veis, esto que parece que el cerebro antiguo le dice al cerebro nuevo parece tener mucho sentido. Teniéndolo, esto nos suele llevar a la rumia, o a los bucles mentales… ¿Cuántas veces os habéis descubierto volviendo a un problema una y otra vez sin llegar finalmente a nada que se materialice en una solución? Es más, ¿cuántas veces te has dado cuenta de que esa rumia, o pensamiento en bucle al final te hace sentirte peor, no te deja dormir, o parece que viene siempre, incluso cuando estás en teoría haciendo cosas que podrías disfrutar?
Ese, curiosamente es parte del problema. Es difícil de explicar en unas pocas líneas, pero lo que está sucediendo es que cuando el cerebro antiguo encuentra una amenaza externa, un león o un tigre, el cerebro nuevo es muy bueno resolviendo este problema que es externo. Sin embargo, el cerebro antiguo también se va a sentir amenazado por las emociones desagradables en sí mismas, “no quiero volver a sentirme así” “no quiero volver a pasar esta vergüenza” “no me gusta enfadarme así”, “no quiero esta tristeza, esta culpa, esta impotencia, esta frustración”
Todos estos son leones o tigres internos, y cuando el cerebro antiguo pide ayuda al cerebro nuevo para tratar de anticiparse, o resolver todos estos tigres, es cómo tratar de sacar tornillos con una llave inglesa. Simplemente no funciona y caemos en los bucles, rumiaciones, y en una desesperada carrera hacia adelante para que la ansiedad no nos alcance, o la pena, o la impotencia, o pon aquí esa emoción o estado dentro de ti que te hace sufrir y que parece que hagas lo que hagas caes más profundamente en el hoyo de ese estado.
Esto nos lleva a vivir como mirando hacia atrás para que esos estados no aparezcan (cerebro en modo amenaza), en lugar de poder simplemente disfrutar y dirigirnos a la vida plena, rica y significativa que todos buscamos.
Habiendo explicado un poquito por encima parte de ese malestar que muchos conocemos, tengo una buena noticia para ti. Tiene solución. Para poder resolverlo, tenemos que entender a cada persona en particular, cada historia en particular, para así ayudar y acompañar a esa persona en un proceso de aprendizaje y descubrimiento para poder vivir sin tener que estar mirando por encima del hombro.
Lo primero será ver que no podemos huir de esos tigres porque están en nuestras emociones, y estas, están dentro de nosotros; y que luchar contra ellos, parece que tampoco (si revisáis vuestra experiencia) ha ido bien. Esto que en apariencia parece sencillo es complicado, pero es el inicio para poder empezar a relacionarnos con todo esto de un modo que no aumentemos nuestro sufrimiento al intentar quitar tornillos con llaves inglesas. Esto es el principio de la liberación del sufrimiento.
Si la anterior es tu situación quiero que sepas que podemos ayudarte. No dudes en contactarnos y te acompañaremos en el proceso de vivir esa vida rica y significativa.
Abel Alamillo Gordo. Psicólogo Colegiado M-21585, Experto en Terapias de Tercera Generación. ACT Terapia de Aceptación y Compromiso, Terapia Centrada en la Compasión.